Pedro Barragán, director de Desvarío Flamenco: «Las ayudas te permiten programar buen nivel a precios asequibles»

Pedro Barragán, director de Desvarío Flamenco – que se clausura esta noche -, es una figura clave en la gestión cultural flamenca de Barcelona de las últimas décadas, un gran aficionado e investigador que hace un original e intuitivo paralelismo entre el modernismo en Barcelona y la cristalización del flamenco. Nos asegura que el flamenco deja de ser folclore para convertirse en arte gracias a que el «romanticismo pone el foco en lo local, y surge con luz propia». Se retrotrae al siglo XIX, a la modernidad, cuando en el Liceo de Barcelona se estrenó con diversos espectáculos, entre los que se encontraba el flamenco, en 1847, «aunque muchos todavía no sabían ni ponerle nombre», afirma Barragán. La relación del flamenco con la música clásica (Falla, Albéniz o Turina) fue bi-direccional: «ellos buscan material en lo popular, y los flamencos pillan de la academia, como las técnicas guitarrísticas: trémolos, alzapúa…».
Cuando llega a Barcelona desde Melilla, en los años 60, comienza su relación directa con los artistas flamencos, como Morente o Menese. Aunque es arquitecto de profesión, rápidamente, por su enorme afición y conocimiento, comienza a implicarse en la programación y gestión, llegando a participar en el nacimiento del Festival Nou Barris – origen de Desvarío –, que finaliza precisamente esta noche, así como de la Sociedad Flamenca Barcelonesa El Dorado, la cual preside.
1.- Sobre la politización del flamenco en general
Si entendemos la política en el sentido amplio del término, como servicio público que es, resulta lógico que el flamenco se politice. Toda actividad cultural que se precie, y el flamenco es sin duda un buen ejemplo, al rozarse con la política se ensancha y adquiere la profundidad social que toda actividad cultural necesita. Otra cosa es, el uso que pueda hacer el político de turno que interviene en la relación que se dé, si no sabe o no quiere respetar los ámbitos en los que cada uno se mueve entonces si que aparecen los malentendidos. Claro que hay casos malsanos, en el flamenco y en todos los campos, pero eso se resuelve en el cara a cara, diciéndole al otro que por ahí se equivoca, es decir hay que defender la parcela en la que cada uno opera.
2.- Desde los orígenes siempre hubo un respaldo político, como es el caso de Carlos Martí – creo que ayudó en la formación de El Dorado – y Manuel Pérez, con Desvarío. Como también has vivido, estudiado y trabajado en el sur ¿Ves alguna diferencia en la gestión política de las artes escénicas en general, y del flamenco, en particular; entre Andalucía y Cataluña?
Yo no he vivido en Andalucía, salvo cuando era muy joven que viví un año en Málaga y unos meses en Sevilla y entonces no tenía ninguna vinculación con el flamenco más allá de que me gustara como aficionado. así que desde la vivencia personal no puedo establecer comparaciones entre un entorno y otro. Aquí en Barcelona, la relación que he tenido desde el flamenco con los políticos ha sido impecable. El caso de Carlos Martí, es un buen ejemplo. Lo conocía por otras cosas que no tenían que ver con el flamenco. Fui a verle cuando él era Regidor de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona para proponerle hacer, desde lo público, un Festival de Flamenco en Barcelona que lo entendiera como cultura y no solo como espectáculo. Es decir, el flamenco, precisamente porque se ha dotado de una cultura propia, se expresa en diferentes formatos ya sean conferencias, cine, ejercicios performáticos, talleres, etc, mostrarlo únicamente, como una sucesión de conciertos (que, sin duda es su manifestación más elocuente), es limitarlo. De eso hablamos Carlos Martí y yo, ese día y me propuso otra cosa, crear una asociación de base que tuviera recorrido, le hice caso y así nació El Dorado. De esto hace 17 años, viene por el Dorado siempre que puede para disfrutar del flamenco. No es un caso aislado, hay otros políticos que entienden bien cuál es su rol y no mercadean con ello, al menos esa es mi experiencia.
3.- Son muchos los aficionados y profesionales del sector que piensan que, en ciertas ocasiones, las subvenciones y ayudas (intervencionismo) hacen daño al flamenco. ¿Crees que puede generar dependencia, tendencias (tanto a nivel programación como artísticas) o inflación en los cachés, entre otras cosas?
Yo creo que no, siempre que se sea consciente de donde está cada uno y del uso que se haga de la ayuda. En principio, el dinero público ha de servir para estos fines entre otros, las ayudas te permiten poder ofrecer actividades de buen nivel a precios asequibles a todo tipo de público, especialmente a los jóvenes. En el caso de El Dorado, los cachés que pagamos son bajos en comparación con los que suelen cobrar los artistas que nos visitan y esa generosidad que nos muestran es el gran activo que tenemos como asociación porque vienen a la Sala Sandaru con la complicidad necesaria que requiere el proyecto. Luego, nosotros ayudamos a que eso siga así, tratándolos bien y no me refiero solo a que los hoteles y la comida sean de calidad, si no a que todo lo que hacemos es trasparente y desde ahí se genera un clima de confianza. El Dorado es una asociación sin ánimo de lucro que basa su actividad en el trabajo voluntario de sus socios colaboradores, solo pagamos aquellas cosas que no sabemos hacer y necesitamos contratar. Eso nos permite que casi el 80 % de los ingresos vayan directamente a la actividad.
Hasta ahora eso es así aunque puede que cambie con el tiempo porque el trabajo voluntario tiene sus limitaciones y las exigencias son las que son.
4.- Hablemos del ‘Festival’ que acaba terminar ¿De dónde viene, cómo está y hacía dónde va Desvarío? Es un proyecto vivo, que ha sufrido ‘variaciones.
Desvarío nació hace 3 años, cuando a Xavier Marcé lo nombraron Regidor del Distrito Municipal de Nou Barris y nos llamó para proponernos que El Dorado se hiciera cargo de la organización del Festival. Nos conocía porque venía con cierta frecuencia a ver los eventos que hacemos y le gustaba sobre todo que, aunque estuviéramos en un Centro Cívico, nuestro ámbito de actuación no era vecinal sino a escala de ciudad, también le gustaba el perfil del público que asiste y además conocía mi vinculación con el origen del Festival y así nació Desvarío, con una doble premisa, por un lado ser una muestra veraz del flamenco de hoy, rico, poliédrico, diverso y capaz de sentirse contemporáneo y por otro tener un ancla en su inicio cuando con el nombre de Flamenco a Nou Barris afloró en la primavera del año 2000. Entonces, como hoy también, quiso ser una muestra viva del flamenco de su época, final de los noventa. En sus dos primeras ediciones, nos visitaron Fernando de la Morena, Moraito, Juan Habichuela, Rancapino, Miguel Ochando, Arcángel que hizo su debut en Barcelona como cantaor alante, Eva Yerbabuena que ese año fue premio nacional de danza y en la siguiente edición, Juan Villar, Pansequito, Periquín, Chano Lobato con Juan Habichuela, Esperanza Fernández, Miguel Ángel Cortés e Israel Galván. Un plantel que señalaba la calidad del flamenco que exponíamos, en los años siguientes siguieron llegando otras figuras, como Menese, Carmen Linares, Jorge Pardo, Niño Josele, Chicuelo, Mayte Martín, Poveda, Duquende, etc., aunque mi vinculación con el Festival fue más discreta, finalmente el Festival fue perdiendo fuelle, languideció y acabó por desaparecer.
Otra consideración que tuvimos al retomarlo como Desvarío, fue que la forma de operar fuese una continuación del modo de hacer de El Dorado, salvando, lógicamente, el necesario cambio de escala, por ejemplo, en cierta medida seguimos manteniendo la querencia por el formato mínimo, “El menos es más” que dejó dicho Mies Van der Rohe en el flamenco se visualiza muy bien como una expresión viva de Arte Minimal. No hay actores secundarios sino que son solistas que se juntan para la ocasión.
En esta cuarta edición sigue las pautas de las anteriores, con la salvedad que este año el Prólogo lo hacemos en el Macba al aceptar la invitación que el Museo nos propuso para participar en unos debates que tendrán lugar en 4 mesas públicas quetrtaran el flamenco y Nou Barris en el ámbito de la Exposicion Una Ciudad desconocida bajo la Niebla. La Barcelona de los barrios.
5.- ¿Cómo crees que se recordará la huella de El Dorado y sus ‘efectos colaterales’, al igual que Desvarío, en la historia del flamenco; tanto en Cataluña como en España, dentro de 80 años? Ya que es una forma de programar también de vanguardia.
La verdad, no tenemos pretensiones en ese sentido, lo único a que aspiramos, como todo el mundo, es ser fiel al tiempo que toca vivir, es decir ser protagonista de lo que haces, tratar de conocer bien las pautas que marcan la época en la que estás y actuar de la mejor manera posible, que suele ser siempre, la más sencilla, luego si lo que hacemos le sirve a los demás y ayuda a tu entorno inmediato, será que lo estamos haciendo bien y eso siempre es satisfactorio pero todo eso, el tiempo lo dirá.
En el texto que publicamos en septiembre de 2007 que sirvió para presentar la asociación y sus intenciones, a modo de manifiesto decíamos que El Dorado no quería ser un club o una reunión de amigos que se citan para disfrutar de la música flamenca, si no que quería ser punto de encuentro para todas aquellas personas que quieran participar o incidir en la vida cultural de Barcelona desde lo específico del flamenco. Quizás sea ese el objetivo que mejor nos defina porque de una manera continuado hemos colaborado compartiendo proyectos con entidades culturales significativas de Barcelona como son por ejemplo, El Museo Picasso, El Macba, El CCCB, La Virreina, El Mercat dels Flors, El Taller de Musics, El Ayutamiento de Sabadell, La Filmoteca de Catalunya etc., y lo hemos hecho desde el flamenco como una buena herramienta de expresión.
6.- ¿Qué diferencias encuentras entre una peña flamenca tradicional y El Dorado? Realmente, es una misma labor, ya que las peñas conservan a la criatura, y están detrás de los festivales flamencos por todos los pueblos de Andalucía.
Por el formato que tenemos y la escala en la que nos movemos como asociación sí que se puede considerar que somos como una peña flamenca, pero en realidad hay diferencias, sobre todo en la forma de percibir el flamenco como fenómeno social. Nos diferencia sobre todo la edad. El Dorado nació en el 2007 y la mayoría de las peñas, al menos aquí en Cataluña se formaron en los años sesenta, setenta u ochenta, al amparo de lo que se dió en llamar el Mairenismo, una ideología que marcó una forma de entender el flamenco que en buena parte era excluyente de otras percepciones y en eso si que estamos alejados. Desde El Dorado, entendemos el flamenco como un campo amplio en el que caben todas las tendencias porque el flamenco convive muy bien con los tópicos y malentendidos sin que ello altere su desarrollo, incluso los propios flamencos los alimentan. Lo que realmente importa es que lo que canten, toquen o bailen llegue bien, tengan calidad y te emocionen. Si tienes prejuicios al respecto, es probable que te lo pierdas y eso es grave porque te instalas en el equívoco. Hoy día sabemos por la perspectiva que te da el tiempo pasado que eso fue un error groso que hizo daño. Afortunadamente los tiempos cambian y las percepciones también.