Marín y Morales, a la diestra del Paraíso
Matarife – Paraíso es la última obra del bailaor sevillano Andrés Marín, quien la presentó el día 14 de septiembre en la Bienal de Flamenco de Sevilla junto a la bailaora Ana Morales en el Teatro Central. Inspirada en la obra La Divina Comedia de Dante Alighieri, un viaje al Infierno (y Purgatorio) por amor, a través de la imaginación. En el caso de Marín, su ‘amor’ es el baile, y no es la primera vez que el sevillano ‘desciende’ a espacios lúgubres (heterodoxia) y alejados de la zona de confort (ortodoxia), como deja siempre plasmado en sus obras, en las cuales se retuerce en busca de esa ‘creacción’ (y reacción del público, a su vez).
Zapateado abstracto con jondura y a torso descubierto, mientras un corneta desde el patio de butacas ya nos auguraba un escenario ‘dantesco’. En constante indagación y búsqueda de la/su verdad. A veces, coincide con la del público, y otras no. En esta ocasión, daba la sensación que Andrés apunta muy cerca, y Ana Morales (ambos Premio Nacional de Danza) hizo una ejecución soberbia, que ayudó bastante en el consenso. Adaptándose en todo momento a las exigencias del guión: virgen, madre, hija… para terminar con una sensualidad, intrínseca en el baile flamenco, que llegó a emocionar.
El silencio es de gran importancia a lo largo de la obra – igual que el ruido -… el cielo se hace carne, el espíritu se encarna en el movimiento de la danza y ese ‘sacrificio’ nos lleva a lo sublime. El carnicero, ‘encarnado’ por el cantaor Antonio Campos, hizo también de guitarrista, bajo y percusión. Fandangos, romances, tientos…
Para contrastar con el silencio, la batería tuvo momentos de protagonismo muy intensos y acertados por parte de Daniel Suárez, a lo que deberíamos añadir la excelencia también en los teclados y todo el ambiente sonoro creado por Susana Hernández ‘Ylia’.
En la ‘Hermandad de lo Jondo’ (parece que quedó claro que era la Macarena), Ana es la Virgen y Andrés el Cristo (así quedó reflejado en una escena con dos pasos con sus coronas de flores; algo confuso en su totalidad – y los créditos no se leían bien desde mi butaca, ni ayudaban). Hubo cierto discernimiento en cuanto al templo que se recreó al final de la obra, en el que ambos ‘entraban por el aro’. Parece que en la tertulia posterior de la prensa, se consensuó que era el Omnium Sanctorum, ubicado en la calle Feria. Y, ciertamente, está a pocos metros de la casa de Andrés Marín (todo muy visceral y cercano).
Hubo momentos que parecía una especie de ‘flashmob’ cofrade dirigido por las ‘imágenes’ (el surrealismo suele estar presente en el baile de Marín – su penúltima creación: Vicente Escudero. Recto y Solo); se mezclaban muchos sentimientos, emociones y simbología. En la misma obra se hablaba de mentira y de verdad, en cuanto a la religión, o la misma Semana Santa sevillana… ¡no pudo ignorar la canción ‘más sacra’ del repertorio roquero andaluz! Ole. Antonio se cantó el ‘Rezaré’ de don Silvio Fernández Melgarejo (DEP).
Hubo tantos detalles y tantos momentos de ‘purgatorio’, que no se puede abarcar el todo, pero dentro del ‘caos divino’ no deberíamos ignorar las sevillanas ‘cofrades’. Un juego del que no pude descifrar el fondo, pero que rezumaba sevillanía por los cuatro costados.
Ana bailando al compás de la chaira, con un juego sensual y contorneo sutil, mientras que Campos cantaba, tocaba la guitarra o hacía percusión. Andrés ‘se mece’ entre la vanguardia y la tradición, una forma de mostrar la lucha interna – y eterna -, entre el placer y el sacrificio, la lealtad y la pasión… la dicotomía del ser humano, el discernir entre matarife y paraíso. Tierra y cielo, carne y espíritu se funden en la pasión, una pasión por su ciudad, por su barrio, por su parroquia. Aunque desde la distancia y la perspectiva de la irreverencia; lo cual, realmente, constata su fe (en su baile), y que la sombra siempre es paso previo de la luz (necesario); al igual que esa irreverencia, previa a una fe que impulsa ese flamenco que mana del sentimiento (verdad), que funde esa eterna culpa y sacrificio con el deseo de libertad. Entre lo religioso y lo pagano, entre el sueño y la realidad.
Algunos flamencos prefieren sobrevolar la marisma en busca de nuevos ‘ecosistemas’.
Archivo Fotográfico de La Bienal de Flamenco / ©Laura León
Ficha Artística y Técnica
Idea original: ANDRÉS MARÍN
Coreografía: AM / AM
Textos: LAURENT BERGER, ANDRÉS MARÍN y ANTONIO CAMPOS
Pieza para 3 músicos en directo: ANTONIO CAMPOS, Cante, Guitarra, Bajo y Percusión
SUSANA HERNÁNDEZ ‘YLIA’, Teclados, Electrónica y espacio sonoro
DANIEL SUAREZ, Percusión
MANUEL JESÚS LÓPEZ, Corneta de los “armaos” de la Banda de la Centuria Romana de la Hermandad de la Macarena
FRANCISCO JAVIER PÉREZ PÉREZ director de la Banda de CC. y TT. del Sol Baile, A
En co-producción: Bienal de Flamenco de Sevilla, Festival Flamenco de Nîmes, Centro Danza Matadero Madrid, Andrés Marín y Ana Morales y el apoyo de la AAIICC. Consejería Cultura, Turismo y Deporte. Junta de Andalucía