Mateo Soleá, Juana la del Pipa… siempre nos quedará Jerez

No sé si será por esto del confinamiento, el estado de alarma y la distancia social… pero el cante tanto de Mateo Soleá como el de Tía Juana la del Pipa me llegó con más emotividad en la noche de ayer durante la segunda jornada de la Fiesta de la Bulería de Jerez 2020, en este caso, dedicada a París. Y es que el cante y el saber estar en un escenario son cosas que se aprenden andando. Y en el caso de estas dos figuras de los ecos rancios jerezanos, la sapiencia brota por los cuatro costados.
Don Mateo Soleá hace honores a su apodo, y arranca con jerezanísimo cante por bulerías por soleá (vídeo), con remate de Frijones. Manuel Valencia estuvo sembrao todo el espectáculo. Mateo iba sobrao, parece que le iba la vida en ello. Puede que en estos momentos algo apocalípticos, el duende brille con más fuerza, ya que Juana también estuvo excepcional posteriormente. Gusto y parsimonia en el cante, eso es lo que más destacó. Además, por supuesto, del saber estar con el público, bromear e implicar a la gente en lo que está pasando sobre las tablas. Eso se ve ahora como más lejano en el tiempo. Mateo por siguiriyas mantenía el nivel… altísimo. El cante de las tres caías… despacio, y como que se va apagando el fuelle, para luego resurgir en los machos con una emotividad espléndida. Valencia no se quedaba atrás, llevaba bien el timón del velero. Y con temporal, porque la noche era trágica, Mateo lo sentía. Cantó con verdadera maestría de los grandes. El remate de la siguiriya al estilo de Juan Peña El Lebrijano.
Y antes del remate por bulerías, don Mateo Soleá contó algunas de sus historias, como está mandao. Pero además de lo que decía, era su sola presencia gitana: trajeao, los puños, el pañuelo… ole. Parece un estilo en peligro de extinción, y más en estos momentos tan convulsos. Una vorágine que parece que acelera los tiempos marcados por la naturaleza (incluidos los flamencos).
Juana, todo un volcán
Pues si Mateo había dejado el listón alto. El arte de Tía Juana la del Pipa no se puede aguantar. Parece mentira el arrojo y la pasión y fuerza que esa mujer tiene sobre el escenario. Ni una mozuela podría arrancar con la energía que lo hizo la jerezana. Además con guasa, porque comenzó diciendo que sentía si no lo hacía bien, que la disculpasen… Y salió con la soberbia de un tornado por tientos tangos. Si Mateo lo bordó, Juana le puso la guinda a una época, a un saber estar en el escenario, con respeto al público, y con la humildad de la que sabe. Lo dijo y lo hizo, cantó con el corazón y con el alma. Lo puedo atestiguar.
Juana se levantaba de la silla en los remates, como si se estuviera jugando el puesto… Eso hay que llevarlo dentro y haberlo aprendido día tras día. El arte en su máximo exponente. «Amarga, dura y bravía…» La letra parecía que hablaba de ella misma, de su cante, su eco… ese metal tan especial. Dejando el micro atrás y pegándose sus paseos y bailes mientras entonaba.
El arranque por soleá fue extraordinario, con ecos de Alcalá de Guadaíra, de Talega. Parece que era su hora y su día, lo bordó. Equilibrio perfecto entre los altos, el volumen y los tonos. Y gitanería por doquier, triple salto mortal. Y así fue con las siguiriyas gitanas y el fin de fiesta por bulerías con un Manuel Valencia que no se queda atrás.
Mercedes Ruiz, la guinda de la noche
Y da gusto ver el arte que hay en Jerez. El día anterior pudimos disfrutar del baile joven de Gema Moneo, castizo, gitano… Pero el de Mercedes es más delicado. Escuela jerezana, discípula de doña Ana María López. Y Juan Garrido, periodista y presentador, destacó que la presencia de Mercedes justificaba la noche dedicada a París, ya que ella iba de niña en la famosa gira del grupo de Manuel Morao en París, Flamenco una manera de vivir.
Mercedes dio una clase magistral de castañuelas. Un sonido y un soniquete que casaban perfectamente con la sonanta de Santiago Lara. Y alzó los brazos con un gusto. Todo se vino arriba cuando apareció David Lagos entonando una taranta. Un espectáculo muy flamenco y medido. Sobrio y de una calidad fuera de duda.
David Lagos fue ovacionado con el pregón de la uva… un clásico de Manolo Caracol. Esas letras, con gracia y salero, y remojadas por el toque de Santiago y aliñadas por el baile de Mercedes, supieron a beso. Y se mantuvo el nivel con unos caracoles, que casaron muy bien con los ritmos y letras previos, lo que hizo las alegrías de un público que se puso en pie en unos claustros de Santo Domingo que aumentaba, si cabe, el disfrute de una noche desbordada de arte.
Isidoro Cascajo de la Barrera-Caro