Larga vida a Bierzo al Toque

De todos es sabido que hay artistas que parecen estar tocados por la mano divina. Lo que no todo el mundo contempla es que eso es algo que también le puede ocurrir a los gestores culturales. Miguel Morán es un claro ejemplo.
Allí donde este gestor planta la semilla de un festival, lo hace florecer en un tiempo récord y una vez consolidado pasa el testigo para emprender una nuevo reto. Es lo que hizo en Benicasim con el FIB, un festival que nació en 1995 y todavía hoy en día sigue siendo una cita obligada para los amantes de la música. Y lo volvió a hacer en Pamplona con Flamenco On Fire, donde asumió un arriesgado giro de guion adentrándose en el flamenco, un género que en Navarra, a pesar de contar con una figura excelsa de la guitarra flamenca como Sabicas, era muy poco conocido.
Este año Morán lo ha vuelto a conseguir con un nuevo festival que nació tímido -aunque vigoroso y sumamente atractivo- el año pasado: Bierzo al toque, al que auguramos una larga vida. Como su nombre indica tiene la voluntad de hacer brotar la semilla de la afición al flamenco en El Bierzo, donde al igual que en Navarra este arte pasa más bien desapercibido.
En su segunda edición ‘Bierzo al Toque’ ha conseguido llenar hasta la bandera el aforo de la Sala Turbinas, un curioso espacio ubicado en el corazón de lo que fue una antigua central térmica, ahora reconvertida en un centro cultural, ‘La Térmica Cultural’. En varias de sus salas los bercianos pudieron disfrutar de todo tipo de actividades, desde la magnífica exposición de las fotografías de Ana Palma a charlas, conferencias y talleres que dieron la oportunidad a los espectadores de conocer de cerca a figuras emblemáticas del flamenco, como el guitarrista Pepe Habichuela y su hijo Josemi Carmona, el cantaor Arcángel, la bailaora Macarena López o el escritor Jose María Velázquez Gaztelu, artífice de esa mítica serie de Televisión Española ‘Rito y geografía del cante’.
Y no solo los mayores, también los infantes pudieron sentir de cerca el poder transformador del flamenco con el taller que impartió para ellos ‘Torombo’, el bailaor sevillano que además de por su arte es admirado por la labor social que lleva a cabo en el barrio de Las Tres Mil Viviendas.
Aunque donde de verdad pudimos sentir el poder catártico del flamenco fue en la Sala Turbinas, donde cada una de las tres noches los artistas flamencos convocaron a un público tan heterogéneo como receptivo y entusiasta. Ocurrió desde el primer día con el espectáculo que abrió el festival: ‘De tal palo’, que como su nombre indica está protagonizado por artistas que han nacido en el seno de una familia flamenca, como José Maya, Cristóbal Santiago, José del Tomate y el joven cantaor sevillano El Bola, quien comenzó con unos martinetes que instalaron el silencio en el patio butacas, lo que no es baladí teniendo en cuenta que el aforo cuenta con 1200 localidades, el sonido no era del todo bueno y las condiciones climáticas hacían los honores a los orígenes de la sala.
Junto a la segunda guitarra de Cristóbal Santiago, José del Tomate deleitó al respetable acordándose de su padre (Tomatito) y de Camarón; El Bola dio buena cuenta del poderío de su saga cantaora con la ‘Debla’ de Tomás Pavón, ‘La Rosa’ de Pepe Marchena y las bulerías de Manuel Molina, y el bailaor madrileño José Maya enardeció al público con el baile por bulerías que cerró el espectáculo. Solo con eso ya podríamos habernos ido casa totalmente satisfechos, pero tal y como nos anunció el crítico jerezano David Montes, la noche no había acabado. Todavía nos quedaba uno de los platos fuertes del festival, la actuación del cantaor Israel Fernández, quien junto con su guitarrista fiel, Diego del Morao, quien se lució en todo momento con sus falsetas, se adentró de lleno en la jondura del flamenco catando por levante, por soleá y por unos tientos tangos que callaron hasta a los abanicos. Nada más terminar el público se puso en pie, aplaudiendo a rabiar y pidiendo otra, y el cantaor no se hizo de rogar. Volvió a sentarse y nos brindó unas bulerías de ritmo vertiginoso y letras originales.
De nuevo con aforo completo, la segunda jornada de los conciertos en la Sala Turbina se abrió con el cantaor David de Jacoba, quien acompañado por la guitarra de Carlos de Jacoba, el bajo de Nene Maya y la percusión de David Bao demostró con creces las razones por las que Paco de Lucía lo llevó como parte de su banda. Su cante es tan sobrio como colorido y se dirigió directamente a pellizcar los corazones del respetable.
Aunque para pellizco el que nos provocó Chano Domínguez, protagonista junto a la cantante Martirio del segundo recital de la noche, un recorrido por ‘Coplas de la madrugá’ ese disco de coplas a ritmo de jazz que este año cumple sus bodas de plata y todavía nos sigue fascinando. No en vano, tal y como reconoció expresamente la cantante, Chano Domínguez es: “el mejor pianista de jazz-flamenco de España”, y además, Martirio contó también con el excelente acompañamiento de Carla González al contrabajo y David Xirgu a la percusión.
El último día la bailaora sevillana Macarena López nos brindó tres piezas de baile con las que dio rienda suelta a la musicalidad de su taconeo, la originalidad de sus quiebros y la elegancia de su braceo, un baile que, aunque recuerda a sus referentes, define ya un estilo propio que conecta con facilidad con los espectadores, quienes no pararon de aplaudir cada remate, y le dedicaron una sentida ovación al término del último baile, unas alegrías que llenaron de luz el espacio.
Y como broche final ‘Bierzo al toque’ nos tenía reservado una actuación antológica. Comenzó con un soberbio toque por soleá de Pepe Habichuela que culminó con un cante de altos imposibles de Sandra Carrasco. A su término salió al escenario Josemi Carmona para deleitarnos con un toque brillante y juguetón que, junto a la delicada percusión de Bandolero y el contrabajo cantarín de Javier Colina, fue llevando el recital hacia el terreno del jazz flamenco, incluyendo temas míticos, como el Spain de Chick Corea.
Por sus condiciones acústicas la Sala Turbinas no es un espacio fácil para la música, pero por fortuna la organización contó con unos técnicos excelentes que hicieron virguerías con la ecualización. El público llenó la sala cada día y los artistas pudieron transmitir esa emoción, arrebatadora y mágica que solo el flamenco tiene el poder de desatar.
Lola Pantoja para Flama
Reportaje gráfico: Rafa Manjavacas