La Bienal de Flamenco de Sevilla más excéntrica
La Bienal de Flamenco de Sevilla 2022 ha sido una edición especial, algo excéntrica, en la que el eje de giro, el flamenco, no estaba totalmente colocado en el punto central de la programación; a favor de mover ese eje hacia otras disciplinas, por lo que ha sido algo extravagante para un público que, realmente, busca flamenco; lo que ha suscitado comentarios y reflexiones sobre la situación actual, ya que la Bienal es el mayor escaparate del flamenco a nivel nacional e internacional.
Esos adjetivos no quieren decir que sea mejor o peor, simplemente que el eje se ha movido, por seguir la metáfora… y en vez de girar alrededor de su centro, el movimiento es «rectilíneo alternativo», según indica el mismo diccionario de la RAE al buscar «excéntrica». Parece un paralelismo con la soleá de La Serneta:
Fui piedra y perdí mi centro
y me arrojaron al mar
y al cabo de mucho tiempo
mi centro volví a encontrar
Imagino que la Bienal, en el ‘rebusque’ de su identidad, volverá a encontrar su centro, aunque a veces es positivo buscar para dejarlo todo tal como está. Tampoco tiene que entrar en disonancia con otras opiniones más ortodoxas y alineadas con el flamenco de base, más tradicional. Pero sí es cierto que se esperaba ver más flamenco en una Bienal de Flamenco – valga la redundancia -; que, además, celebraba el centenario del Concurso de Cante Jondo de 1992 de Granada. Igualmente, con un cartel en el que imperaba una estética tradicional, incluso con don Antonio Mairena como cancerbero. Por lo que daba una sensación de más pureza, flamencamente hablando.
Por contra, en los 68 espectáculos distribuidos en los 24 días que ha durado la gran cita del flamenco en Sevilla, de los cuales más de 30 eran estrenos, se ha podido disfrutar de la vanguardia y, en algunos casos, tendencias totalmente alejadas del arte que aquí nos ocupa. Lo cual, ha desatado algunas situaciones incómodas en espectadores que pagaban para ver flamenco… y se han encontrado con espectáculos en los que ni se percibía.
La música de oriente, como se conocía al flamenco, cada vez se está occidentalizando un poco más. La música del alma parece que se va materializando poco a poco ante las tendencias contemporáneas de la danza; que, por otro lado, es una reacción natural, tanto del arte como de los artistas. Y de ahí las colaboraciones despertadas en esta edición, que han sido una clara apuesta por la vanguardia flamenca, a través de coproducciones o colaboraciones con citas como La Biennale de la Danse de Lyon, Conde Duque de Madrid, el Festival Grec de Barcelona o la Bienal de Venecia, entre otras citas internacionales; así como espacios de creación: Teatro de la Villa de París, el Centro Coreográfico del Canal o MA Scéne Nationale – Pays de Montbéliard, Flamenco Festival, Scène Nationale Bayón, Festival de Jerez, La Bienal de Holanda, Sadler`s Wells Londres, el Festival de Danza de Biarritz o la Bienal de Málaga, quienes han participado como coproductores de espectáculos o muestras presentes durante el desarrollo de la Bienal.
Está claro que la órbita natural del flamenco es inestable, como viene siendo a lo largo de casi dos siglos de historia. Y la vanguardia viene para acelerar ese proceso en el que la ‘piedra’ pierde su centro… para ponerlo en ‘su sitio’, anticipándose al futuro próximo, y reclamar que hay que evolucionar, sin esperar al tiempo. Y esa búsqueda ayuda a que el flamenco solo dé los pasos precisos, para luego regresar a ese lugar que ocupa en la intangibilidad del arte, un arte que, ahora, parece que reconoce hasta la UNESCO (el flamenco tradicional). El duende es invisible, pero está ahí. Hay que tener algo de fe, ya que andamos territorios del exilio espiritual flamenco. Las sincronías pueden ser buenas compañeras de viaje para un flamenco emigrante.
Isidoro Cascajo de la Barrera-Caro