Juan de Juan apuesta por el 66
Después de un periodo de ausencia en los escenario, el bailaor moronense Juan de Juan reaparece en el Monasterio de la Cartuja dentro del marco de la Bienal de Sevilla con una apuesta arriesgada, valiente y de considerable intensidad, que se propone bailar 66 palos del flamenco.
Se trata, sin duda, de todo un reto. 66 parece un número de palos exagerado. Claro que, si entendemos por palos diferentes, tal y como él lo entiende, las distintas variantes que tienen la soléa, las cantiñas, los fandangos, los cantes de ida y vuelta o los cantes de levante, puede que incluso salgan algunos más. En un momento de la obra Juan de Juan se para y le pregunta directamente al público , ¿Cuántos van?, y un espectadora le responde que «ha perdido la cuenta», y otro «70».
A esas alturas el bailaor moronense había regado ya el escenario de breves piezas de los que él considera los palos más primitivos, como los romances con los que comienza el espectáculo, las tonás, las seguiriyas, los cantes de trilla o la caña. Con este palo nos brindó un esplendoroso pase a dos junto al bailaor Rubén Olmos. Hasta ese momento, Juan de Juan se había mostrado un tanto inseguro. Su baile se había limitado a una retahíla, más o menos variada, de taconeo y remates poco lucidos. Desde luego, tratándose como se trataba de bailar toda esa cantidad de palos y variantes, no podía hacer otra cosa que perfilar pinceladas de cada baile. Pero a partir del pase a dos, el bailaor moronense pareció serenarse y bajó un poco el ritmo impetuoso y de vértigo que hasta entonces estaba marcando para centrarse más en describir figuras, algunas desafiantes y otras repletas de luz y viveza, como las que definió su baile por cantiñas.
Otro de los momentos de la noche fue la farruca de Rubén Olmo. Qué derroche de elegancia, dominio y gracilidad imprimió el actual director de Ballet Nacional de España a ese baile. Era difícil seguir llevando hacia arriba el espectáculo a partir de ahí. Y, en ese sentido, hay que reconocer que Juan de Juan supo estructurar su propuesta para que así fuera dándole un acertado protagonismo al cante. Cristina Tovar colmó de luz y energía los tangos; El Galli le imprimió hondura a los fandangos y Rocío Luna (ganadora de la Lámpara Minera 2023) nos deleitó con un brillante recorrido por tarantas. Pero, incomprensiblemente, el sonido registraba un volumen tan alto que nos impidió disfrutarlo como se merecía. Una pena, porque nos consta que tanto Paco Iglesias como Rubén Romero ligaron los diferentes palos y variantes con grandes dosis de talento y sabiduría, determinando un colorido continuum musical realzado por las palmas de Antonio Amaya, Petete, y Emilio Castañeda, quienes también protagonizaron un vistoso número de baile.
Lola Pantoja para Flama
Archivo Fotográfico de La Bienal de Flamenco / ©Laura León