Iván Centenillo gana el VIII Concurso Internacional Saeta de Oro

La tensión durante el sorteo de la final del Concurso Internacional Saeta de Oro de Granada era previsible pero la calma tenía que volver a inundar el alma de cada cantaor para estar listo y salir al balcón con la mínima duda en sus pechos. Antonio Fernández lanza el primer quejido antes de que acaben los aplausos de presentación y sin pausa ni miras comienza su turno. Vuelve a relucir su cante dándole importancia a la letra, produciendo escalofríos a la par que entona las palabras “martirios de escalofríos”. Justo y preciso.
A la fuerza de Aroa Cala, le siguió la dulzura de Manuela Laíno. Su voz, con finos vibratos y agudas escaladas de tono que estremecieron al público respondiéndole con súbitos olés, alza las palmas de sus manos es pos de la Virgen del Rocío. La cuarta saeta de la noche fue sostenida en largas notas clamando al cielo con mayor arraigo espiritual que sus predecesores. Sin contemplar al público, como solo ante la Virgen, cantó Miguel Lara El Canario recogiendo al público asistente al final de su saeta.
Tu no llores madre mía,
que tu nunca sola estarás
siempre estará contigo
el pueblo entero de Graná
Aunque el público se encontraba un piso por debajo, la altura de su devoción se pudo ver sobre las nubes y las imágenes marianas florecieron en nuestro interior. Le siguió Sonia Leyva quien mostró su conocimiento y distinción comenzando con una saeta por martinete cuando los demás habían comenzado con una saeta por seguiriya. El último turno fue para el participante más joven. Iván Centenillo insufló un aire fresco reclamando el perdón de Dios y el cese de guerras y pandemias. Alargó con fuerza sus quejíos y dirigió la atención con gestos, emotividad y un remate reivindicador. Igual que en la semifinal, su juventud, frescura y madurez llamaron gratamente la atención.
En la segunda ronda Aroa Cala hizo enmudecer a los asistentes con quejidos que sangraban dolores antiguos y contrastaban con hilos finos de voz que parecían apagarse pero que seguían destilando la pena de su corazón. Iván Centenillo comenzó la segunda ronda con una saeta por carcelera con sus distinguibles “tran tran” al comienzo. Elección acertada por la escasez de representaciones de saetas de este tipo y la belleza de su interpretación. Con una cruz de madera colgando en el pecho dejó vibrar el desconsuelo en su voz dedicado, como miembro de la cofradía, a la Virgen de la Aurora, la cual, parada y quieta esperando salir en unos días, tuvo que haber sentido la devoción del joven cantaor.
En la final del VIII Concurso de la Saeta de Oro, celebrado el 4 de abril, a las 23:41 se comenzó a pronunciar el fallo del jurado. Después de anunciar a los demás participantes y reconocer su valía y grandeza, fueron concedidos a Sonia Leyva el Premio Especial de Canal Sur y el segundo premio. El ganador de la noche anunció en su discurso final que donará la mitad del premio a causas benéficas. Ivan Centenillo donará esa parte “a la Semana Santa, la Iglesia y a la devoción”. Iván Centenillo, que lleva su nombre artístico por haber comenzado su carrera artística cantando saetas y por el saetero Manuel Centeno, brindó un final con calidad, claridad y caridad. Para un futuro mejor como pide Centenillo, sin tantas guerras ni pandemias.
Una propina por parte del ganador, dedicada a quien sufrió por su hijo en el madero, cierra una noche preciosa en el Pilar del Toro. Este establecimiento que en los años ochenta albergó a artistas, pintores y guitarreros, propiedad de la Fundación Zayas, es regentada desde los años noventa por la Familia Betoret quienes apoyan y hacen posible que la cultura flamenca en su distinción más espiritual siga creciendo y respirando desde sus balcones.