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Gámez, Ortega y Bazán, tres voces flamencas en femenino inundan el Auditorio Nacional de jondura

9 abril, 2019

El pasado viernes 5 de abril dentro del ciclo Andalucía Flamenca que se celebra en el Auditorio nacional de Música de Madrid, la cantaora malagueña Virginia Gámez fue la encargada de abrir una noche que protagonizaron tres cantaoras. Algo que no suele ser muy habitual y que sin duda nos llevó por un maravilloso abanico interpretativo de los cantes, del saber estar en los escenarios gracias a tan extensa formación y dilatada experiencia de estas tres artistas.

Con dos de ellas viajamos  a la sierra y costa malagueña y con una tercera nos empapamos de una tierra conocida por ser cuna del buen vino y del cante: Jerez de la Frontera.

…nací a la orilla del mar entre olas me dormía… Virginia Gámez cantaba por malagueñas y alguien del público tras su interpretación de este cante exaltó: ¡ole las voces claras!

Su voz templada continuó por tientos-tangos: … Le pedí sombra a una fuente y agua le pedí a un olivo

«Como estáis tan callaítos y como yo canto con los ojos cerraos he pensao, ¿se habrán ido, se habrán ido?»; Nos dice la malagueña entre risas. «Voy a hacer un popurrí de cantes que escuchaba por mi casa cuando niña».

… solita con mis pesares… que me lleven donde hay alegría… que allí tengo alivio… donde me levante con los pajarillos… Interpreta a ritmo de bulería Gámez y nuevamente ofrece un cante en donde se percibe, se siente, cómo conecta la cantaora con su voz, con lo más íntimo. «Se que los aplausos que nos dais son para los dos pero pido uno muy especial para este compañero y también malagueño, el guitarrista Andrés Cansino».

Virginia Gámez se despide por fandangos, la cantaora sale del micro y camina hacia los pies del escenario y la guitarra le sigue. Ambos rematan su intervención mostrando la clara complicidad y respeto entre cante y guitarra que se suele dar en un recital. Diálogo sin duda que  llegó como mensaje invisible y sin embargo palpable, al entender del público.

Es el turno de Melchora Ortega, sale a las tablas acompañada del guitarrista Alfredo Lagos y de dos palmeros que como bien después resaltaría Melchora son también dos pedazo de bailaores, Noé Barroso y Miguel Téllez. La cantaora toma el centro del escenario entre sus palmeros y se presenta con un especial viaje, inicia sola con un cante de fragua, después pregona, jerezana…jerezana… jerezana soy señores porque en Jerez nací yo donde nace el vino de oro como los rayos del sol… e introduce al golpe y le siguen los palmeros, otro cante que reina en su tierra, la bulería.

«Madrid, estoy encanta en este auditorio tan bonito y que suena tan bien vengo a poner un granito de mi tierra Jerez de la Frontera. ¡Pa tos ustedes!». Lanza a los que allí estamos expectantes de Melchora.

Inicia entonces la guitarra de Alfredo Lagos y nos seguimos envolviendo de un aire jerezano lleno de  matices que hacen que el cante de Ortega retenga el instante en el que canta y suplica, por tientos, en pie, apoyadita en su silla … no llores, por Dios no llores…porque llorando pareces la Virgen de los Dolores…  Y viene el cambio a tangos a su cante- baile, que junto al soniquetazo de Alfredo Lagos y las palmas de Téllez y Barroso nos transmite ese sentirse a gusto, con mucho arte nos pasea por letras de tangos de su tierra. «Con el permiso de todos ustedes voy a cantar mi cante preferido. La seguiriya»; sentencia Melchora.

De nuevo Lagos nos mete en las entrañas lo rancio, la pena, el llanto y desde allí Melchora nos describe una de esas noches amargas, dejando constancia de la lucha del toque y la lucha del cante cuando el desafío es un cante por seguiriya. «Me tengo que ir aunque no quiera… nos vamos por bulerías como uno se va en mi tierra». La jerezana deja las tablas regalándonos letras y pataítas por fiesta.

El último tercio del recital lo tiene designado la también malagueña Rocío Bazán. Aparece Andrés Cansino nuevamente en el escenario, esta vez para acompañar un cante por serrana con cambio a rondeña.

«Yo tengo que decir que soy malagueña pero no de la capital, soy de Estepona soy pueblerina, aunque después he vivido en otras ciudades, entre ellas Sevilla. Voy a cantar un cante que yo que me siento muy temperamental creí que no era para mi hasta que leí un poema de Alberti, “Elegía del niño marinero”…… Y dije, esto es Guajira y ahí me metí», indicó Bazán.  

… cinco delfines remeros

su barca le cortejaban.

Dos ángeles marineros,

invisibles, la guiaban…

Rocío en su silla envuelta en su mantón nos dibuja no sólo con su cante, también con sus brazos, una historia salinera que con la tinta de Alberti nos atrapa los sentidos y nos conduce por un ensueño guajiro entre dulces melismas y  mar salada. «Ahora cantiñas de La Perla de Cádiz y de Pastora, La Niña de los Peines, dos referentes para mí, que no sólo fueron cantaoras también fueron creadoras. Soy una cantaora que no soy de una saga reconocida pero mi abuelo era marinero y cantaor, aunque no se dedicó a esto fue transmitiendo a mi familia este cante por saeta». Bazán hecha a un lado el micrófono y canta sobre el silencio que en tantos momentos guarda este Auditorio, templo musical que en este momento abraza un cante de respeto, súplica y rezo. El público en pie.

Begoña Castro para Flama

Fotografías: Isabel Imaz

 

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