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Eva La Yerbabuena: la señora del baile flamenco

26 septiembre, 2024

Eva Garrido, La Yerbabuena, se reconoce a sí misma como una tímida de libro, pero en el escenario se transforma. Sobre las tablas del teatro ella manda y derrocha poderío mientras se entrega a una forma de baile que ha creado escuela. Nadie como ella ha sabido salpicar el flamenco tradicional de pinceladas contemporáneas, y no solo el baile, también con las puestas en escena. Ayer, sin embargo, el propósito era otro. Ayer, dentro de la programación de la Bienal de Sevilla, La Yerbabuena se subió al escenario del Teatro de la Maestranza con la consigna de centrarse en el baile para brindarnos Solo a Sevilla, una suite flamenca que la consagra como la señora del baile flamenco.

Cuando todavía no se había apagado la luz de sala, La Yerbabuena salió a escena, de riguroso negro, paseando con parsimonia y en silencio por el escenario; y uno a uno fueron sumándose a su paseo los artistas que iban a acompañarla, un elenco de lujo capitaneado por el guitarrista Paco Jarana. No sabemos cómo será su relación marital, pero si es la mitad de buena que la que tienen el escenario, ya nos gustaría a más de uno.

Completan el elenco cuatro cantaores de categoría: Segundo Falcón, Miguel Ortega, Antonio El Turry y el recientemente ganador de la Lampara Minera, Jesús Corbacho. A la percusión y la electrónica Daniel Suárez y José Manuel Ramos El Oruco –quien hizo también un breve, aunque poderoso número de pareja con el bailaor invitado, Cristian Lozano – y las cantaoras Marina Heredia y La Fabi.

Junto a estas dos artistas – que elevaron el cante a notas imposibles con una entrega que nos removió las entretelas de las entrañas – La Yerbabuena, ataviada al estilo de las zambras, convocó a los duendes de su tierra granadina con unos tangos repletos de sensualidad y poderío. Aunque para poderío la soleá por bulerías con las que comenzó el espectáculo. Qué derroche de fuerza en los pies, con ese taconeo limpio, potente y tan musical y acompasado, que la guitarra y los tacones parecían un único instrumento. Y qué decir del sinfín de figuras, desplantes y remates que la bailaora iba desplegando con tal velocidad que difícilmente podíamos registrarlas.

No era fácil remontar el espectáculo tras esa pieza de baile. Pero La Yerbabuena cuenta en su haber con 25 años de arte y veteranía y sabe de sobra cómo estructurar un espectáculo. Por eso el segundo número fue una concesión a su gusto por la danza-teatro de la coreógrafa alemana Pina Bausch, una pieza que deja a un lado la fuerza para mostrar la vulnerabilidad del artista. Y por eso también, en un momento de la obra, encaja un fascinante solo de guitarra de Paco Jarana que hizo que nuestro espíritu flotara. Fue el preludio de un cante por granaínas que defendió Esperanza Garrido con una voz tan potente como brillante y melodiosa.

Y tras un impactante coro de voces a capela, la genial bailaora buscó el espíritu trágico del flamenco en los tientos, que perfiló con un baile tan esencial como dramático. De nuevo el coro de voces sirvió de transición y llegó el turno de los tarantos, con los que una vez más La Yerbabuena mostró su sabiduría, una mezcla de conocimiento y creatividad que hacen de cada pieza de baile una experiencia única.

Como única fue también la tanda de fandangos que los cuatros cantaores afrontaron con grandes dosis de oficio y talento. Segundo Falcón demostró con ellos que su voz y sus facultades no han perdido un ápice con el paso del tiempo y se llevó una sentida ovación del respetable.

Y únicas fueron también las cantiñas que La Yerbabuena bailó con una preciosa bata de cola roja con lunares morados y mantón del mismo color. Un mantón que, al contrario de la bata, era inusualmente ligero, aunque no por ello menos lucido.

 

Lola Pantoja para Flama
Archivo Fotográfico de La Bienal de Flamenco / ©Laura León

 

 

 

 

 

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