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Estévez y Paños rayando la excelencia en el Festival de Jerez

9 marzo, 2024

Fandangos, jotillas de Cádiz, alegrías, zarabandas, jácaras, romances, pregones, seguidillas, livianas, playeras, seguiriyas gitanas antiguas, tientos gallegos, tangos … Todo eso y más se vuelca en la banda sonora de este espectáculo, en el que la investigación y la creación se dan la mano hasta constituir una obra de baile flamenco que raya la excelencia el pasado jueves en el Teatro Villamarta durante el Festival de Jerez. 

  El montaje parte de un exhaustivo trabajo de investigación musical sobre los cantos folclóricos y tradicionales en los que el flamenco hunde sus raíces pero, más que intentar reproducir los bailes que los adornaban, lo que Estévez y Paños se proponen, y consiguen, es maridar esa banda sonora con una coreografía preñada de actualidad, incluso cuando reproduce algunos de los pasos clásicos de un baile tan tradicional como el Arresku. 

El resultado es una pieza que nos hipnotiza desde la primera escena, en la que los cinco bailarines/bailaores se presentan al público a compás de Guineo-Cumbé, Zarambeque, Fandango del desafío, jota y seguidilla bolera. Una pieza que eleva la conjunción a primer plano, hasta que Estévez se permite romperla con uno de esos momentos estelares suyos que nos va regalando a lo largo de la obra, rompiendo el grupo para elevar hasta lo sublime la condición individual del baile flamenco. 

Y es que hay bailaores que parecen estar tocados por la mano divina, y Rafael Estévez es uno de ellos. Todo lo que hace encima del escenario nos pellizca el alma y nos transporta a ese terreno abstracto donde la emoción se erige en protagonista. Aunque su compañero, Valeriano Paños no se queda atrás con la coregrafía y la ejecución de sus bailes. Qué manera de retar a la gravedad en las vueltas y los quiebros y qué dominio de la colocación y el equilibrio. Y no solo él, también el resto de los integrantes nos sorprenden con los bailes corales, en los que  no solo tienen que lidiar con el flamenco hasta exprimir su máximo potencial emotivo, sino también con danzas muy alejadas en principio de este arte nuestro, como el arresku, el tiento asturiano del Paxaru Pintu, la jota o el pasadoble-bolero aragonés ‘El Ebro guarda silencio’. Aunque en esta última pieza quien se luce con plenitud es Rafael Estévez bailando sentado y llevando su taconeo al extremo del paroxismo. 

Se lucen también, durante toda la obra, Rafael Jimenez ‘El Falo’ con su cante, Iván Mellén con la percusión y el autor de la música original Claudio Villanueva, que logra con su toque en directo que parezca que haya más de un instrumento de cuerda en escena. 

Cabe destacar también el diseño de iluminación de Olga García, tan sugerente como mágico, así como la funcionalidad del vestuario y el espacio escénico de Epcia. Entre todos recrean una atmósfera etérea que nos envuelve, al igual que el ritmo, que aunque decae hacia el final del espectáculo remonta en los tangos y quedaría muy arriba, sino fuera porque la escena final resulta un tanto larga y reiterativa. 

Lola Pantoja para Flama
Reportaje gráfico: Esteban Abion

 

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