El Pele pone el Auditorio Nacional de Madrid en pie en el ciclo Andalucía Flamenca
La flamenquísima guitarra de el cordobés Severiano Jiménez Flores, Niño Seve, abrió las puertas en la Sala de Cámara del Auditorio Nacional, de una noche, que viendo salir caminando a Manuel Moreno Maya, El Pele, tras el fraseo del violinista gaditano Emilio Martin, prometía sin duda ser inolvidable.
To el mundo cuenta sus penas… Señor de los espacios infinitos tú que tienes la paz entre las manos…
Nos remonta a una época. A los lamentos que Lole y Manuel dejaron escritos en la memoria del flamenco. El Pele entra en este templo rezando con su quejío que suena a poeta cantando poesía. Y el rezo poético se convierte en vidalita por bulerías.
«Muchísimas gracias y bienvenidos de parte de todos los artistas que estamos esta noche aquí»; expresa el cantaor cordobés después de un gran aplauso del público que entusiasmado recibe con fuerza el primer cante de El Pele.
A continuación anuncia Solea a mi forma:
… Se acostumbra el gorrión al sonido de los coches y no me acostumbro yo… canta – habla el Pele. Letras cantadas al cielo, el maestro combina estas dos magias, el cante de tripa y el susurro entonao, hablao, la intimidad después del quejío desgarrao.
«Alegrías personales para que mañana los jóvenes tengan algo que estudiar y no se pierda este interés por el flamenco», explica el maestro mientras ya está el compás por alegrías sonando.
… Y a la luna del cielo los astronautas y a la luna del río yo con mi barca…
La ultima letra se levanta y la entrega al público sabe que está en un templo de la música y la acústica es especial.
«Y ahora dedicado a Mercedes Sosa, Alfonsina y el mar y para todo el que esté enamorao. Viva el amor». Grita El Pele.
Se levanta agarradito al respaldo de la silla como si se lo cantara a alguien apoyado sobre sus hombros. El violín de Martín y la guitarra de El Seve, sostienen a El Pele en su ensueño. Y este tema tan popular nace de nuevo por el hecho de ser cantado por este inquieto creador de tierra de los Califas, que todo lo que abraza se pare nuevamente en el mundo del flamenco.
«La Trini y el Mellizo (explica), ni eran primos ni ná, pero dejaron estos cantes por malagueñas. Para ustedes malagueñas y fandango de Frasquito Yerbabuena«.
… Decir te quiero con la voz… Recita ahora y siempre el poeta que Manuel Moreno Maya lleva en su alma escondido y mecido por las notas de la guitarra, se adentra después en el cante por malagueñas… Que te quise con locura yo en mi vida negaré… En dónde, una vez más El Pele, con pleno conocimiento juguetea con lo sensible a sus anchas y pone su sello en los tercios.
Ya sin sombrero, por bulerías, El violín pareciera adentrarnos en la Mezquita o pasearnos por la Alhambra. Y una vez más sale del micrófono acercándose al público. El Pele entra en la luz que dibuja un circulo en el suelo y sale de este a su antojo, ahora al sol, ahora a la sombra, pareciera sentirse en su plaza. Y remata por fandangos.
La ovación lo cuenta todo y despierta en el cantaor estas palabras: «No sólo hay que estar en Cádiz o Sevilla pa que te escuchen, esa forma de escuchar ese respeto al flamenco… que me habéis dejao hecho cachos» (Risas).
«Y ahora ¿El moro o las sevillanas del pañuelo? El moro, pero os pido que toquéis todos las palmas».
Hasta eso consiguió El Pele en este templo de la música en donde se aguantan para respetar hasta los suspiros, un fin de fiesta colaborando el público con los músicos.
Begoña Castro para Flama