El Festival de Nîmes, laboratorio flamenco internacional

El pasado viernes el Festival Flamenco de Nîmes 2023, con el director del teatro al frente, Françoise Noël, se desplazó a Sevilla para presentar su 33 edición. Una cita en la que Chema Blanco, como programador, ha destacado la búsqueda de sinergias a través de coproducciones y residencias artísticas.
Como cada año desde 1989, Nîmes vuelve a ser el Festival Flamenco más madrugador de la temporada, y el más internacional y vanguardista también. Del 11 al 21 de enero el mundo del flamenco vivirá de nuevo unas semanas de gran importancia para este arte. Ya no por ser el primero, sino por ser el que lleva la bandera de la vanguardia, y en el que otros muchos se miran para hacer sus programaciones. El mismo Noël (que se retira este año) lo declaró en rueda de prensa: «una apuesta por la evolución, pero sin olvidarse la raíz y el origen; lo que yo había soñado».
Después de varias décadas de maduración lenta en barricas de roble en el Teatro de Nîmes, y no gratuitamente, ya que el Festival miró mucho al arte de Jerez – propio de un arte pretecnológico -, el flamenco sigue su curso natural en el nuevo contexto que vivimos. Ya no es el flamenco, sino la sociedad que vive en plena evolución, rápida, imperiosa y caótica con una súper-abundancia de estímulos externos y, por ende, heterodoxos. Lo que genera inestabilidad en el medio… caldo de creación en el mundo del flamenco. Se lucha contra la automatización/continuismo, y aquí comienzan las búsquedas de nuevos lenguajes, por lo que surgen nuevas potencialidades/realidades que ayudan al desarrollo de esta nueva etapa a la que nos asomamos. Y Nîmes tiene que decir mucho en este asunto.
Antiguamente, marcaba el compás la naturaleza; actualmente vivimos muy alejados de la misma y cada vez más pegados al móvil/tecnología. Un público cada vez más intelectual, interpretativo… puede que visual; de ahí que vivimos en una época en el que el baile y la guitarra llevan la batuta (yo diría que manda el primero en las tendencias). Un mundo visual en el que impera la estética; y los ecos arcaicos del flamenco se van diluyendo en un nuevo concepto del arte jondo… que ya va dejando esa profundidad en aras de una nueva percepción más visual y con otras preocupaciones. La música del alma se materializa… ¿quizás?
Puede que el flamenco instintivo y familiar ya no tenga su espacio… esa realidad ha cambiado hacia una nueva más profesional (¿menos auténtica?), y el Festival Flamenco de Nîmes se ha convertido en ese laboratorio imprescindible para poder descifrar los nuevos lenguajes de los flamencos que viven en un momento de catarsis. El flamenco sigue vivo.
Isidoro Cascajo de la Barrera-Caro