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Dorantes juega entre el flamenco y el jazz en Flamenco Madrid 2018

31 mayo, 2018

Dorantes, el pianista sevillano que está cambiando este concepto del flamenco, sentó cátedra la pasada semana en el Teatro Fernán Gómez, dentro del festival Flamenco Madrid 2018. En esa noche mágica, el Flamenco se encuentra con el Jazz, ¿quizás sólo para hacernos vibrar en las butacas, quizás para removernos también rítmicamente por dentro o porque estas dos corrientes musicales tienen la necesidad de compartir experiencias, de estregar el exhaustivo estudio del músico a una ‘libertad improvisada’, y  de hablar con presencia para ser escuchado sin juicio, desde el latido interno del que asiste a ese espacio onírico?

El dialogo individual de cinco grandes artistas, multiplica los sonidos, las expectativas y, a pesar de cada uno poseer su sello propio, con generosidad, con entrega se funden, para el público madrileño.

Aparece en escena David Peña Dorantes, inicia con sus raciales manos, recorriendo sin medida el teclado del piano de cola, que visualmente tanta majestuosidad proyecta en la escena. Y entonces se oyen los chinchines. Entra en escena la bailaora sevillana Pastora Galván, de negro y volantes, aportando al embrujo que a pesar de que acaba de iniciar, arranca el primer ¡Bravo! del público. La percusión de Javi Ruibal y el latir de las cuerdas de Adam Ben Ezra queda pausado a veces por el  zapatear de la bailaora; y como gran pitonisa que domina a la perfección los tiempos del conjuro, dirige ‘la orquesta’ entregada esto a su hechizo y juntos rematan de la forma mas flamenca, sincopada, grave y concisa.

Se suma otro grande a escena, el saxofonista americano Tim Ries; y entonces el sevillano Dorantes  agradece la ocasión al Festival y presenta el elenco musical que está ahora al completo sobre las tablas. Para dedicarnos uno de los temas basado en su barrio lebrijano donde se crió y correteo entre los trigales, cuando todo era campo. Su infancia en Barejones.

Adam Ben Ezra miestras crecia en Tel Aviv, comenzó a tocar el violín cuando tenia 5 años; después la guitarra, el bajo eléctrico y  quién sabe si último, el instrumento que más se asocia con él hoy en dia, el contrabajo. En su solo, pone constancia de todo su  aprendizaje instrumental y su incansable búsqueda, el espectador no solo viaja con uno de los sentidos, el oído, también con la vista y casi se saborea el alimento que nos entrega su música, percusiva, jonda, libre y dispuesta a cualquier posibilidad que ofrezcan su manos, sus pies, su voz. Su danza ancestral y el no reparar en pedir al público que le sigan el ritmo con sus palmas, convierten su creación junto a su zapateo, en una escena similar de flamenco festero y entre amigos.

Y aparece lo sensible, la sensualidad provocado por el viento que dibuja lo íntimo. El americano Tim Ries que tantas noches acompañara a The Rolling Stones, en esta ocasión camina por la escena solitario, con su saxo entrando en las sombras y ofreciendo una silueta sacada de un cuento para niños. Su música interpreta la dulzura, lo sublime, el ensueño, intenta crear crispación, para resolver en una simple caricia, una brisa que sopla delicada.

El tercer solo corresponde a David Peña Dorantes, su piano parece frasear la salida de un cante, quizás inspirado por la voz y las letras que tantas veces escucharía de su tío El Lebrijano. Y el piano se transforma en guitarra cuando el compositor aborda el instrumento como fuente de posibilidades sensoriales y así pasea a sus anchas desde el sonido más melódico, al de jondura flamenca, o al que acompañado de la percusión de Javi Ruibal nos translada a la Bossa Nova, a ritmos latinos. Un Ruibal que ofrece su casta gaditana y portuense, su forma sabia y apasionada a los sones percusivos. Matices y un compás que a veces es base y suena al mar que baña Cádiz, o a veces estalla en explosión rítmica, para añadir presencia y clímax cambiantes, y  otras suaviza o coloca su expresividad musical y la de el cuarteto que comparte esta noche las tablas del Fernán Gómez.

Dorantes nos despide con Semblanzas un río, y con su tercera y aún más  espectacular intervención de Pastora y su abánico. La bailaora hace visible las notas con sus pasos y juega con la musicalidad que recoge de cada instante. Como extra, Orobroy, regalo del cuarteto tras la súplica y ovación del publico. Dos de los siete temas  más universalmente conocidos del artista sevillano y de su primer disco; que ha vuelto a grabar, ha madurado y versionado para su último. En donde celebra sus 20 años, El Tiempo por testigo.

Begoña Castro para Flama

Imágenes y vídeos, por Manuel García.

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