Belén López se desnuda en Flamenco Madrid
Belén López, de madre cordobesa y padre sevillano (Tarragona, 1986) mostró en el pasado sábado en el festival Flamenco Madrid un espectáculo sin florituras y con muchas ganas de mostrarse Flamenca. Se oye una voz en el patio de butacas con una intención clara, presentar y preparar al ‘pueblo’ lo que en breve va a acontecer y quedará en sus pupilas para siempre. Lo que en breve removerá su alma, expresa la bailaora Blanca del Rey, madrina de Belén López: “Afinen sus sentidos como se afina un stradivarius, somos más importantes que ese instrumento… uno se tiene que preparar para ver arte… el arte es de las pocas cosas impolutas…los artistas que en breve vamos a ver, casi casi han crecido conmigo…».
Se abre el telón y sobre un ritmo abandolao se escuchan los timbres inconfundibles de los cantaores gitanos Morenito de Íllora y Manuel Tañé.
«…Y el corazón se me estremeció en el alma…».
Sin parar su paso camina hasta la boca del escenario. Belén, sin previo aviso, como un Mihura dispuesto a no guardar nada para otro momento, este lugar es la única plaza que existe. Desde el primer momento esa entrega es compensada con el abrazo de su grupo y pareciera que son sus Dioses que juguetean sin medida con el pulso limpio y veloz de sus zapateados.
Remata y nos adentra en lo que va a ser un viaje por Seguiriya. Agarrada a sus palillos, pantalón, chaqueta corta y camisa de lunares, matices en sus pies, en sus quiebros, a un ritmo que quizás tengan que ver con una de las inspiraciones que mas significan y que dieron mas fuerza y pureza a el baile femenino, rompiendo moldes y estereotipos. El baile de la gran Carmen Amaya.
Una guitarra sola, quizás evocando a varias manos, dulzura, amor y rabia… la guitarra de Jerónimo Maya. Su técnica en mis oídos, su sensibilidad expresa como una voz susurrada y gritada a la vez, expresa soledad o locura; y al quedarse en una nota, simple, inunda los ojos del que oye, de lágrimas.
Y entonces en la voz de Íllora se habla por solea de ‘desengaño’. Belén cae con peso sobre sus plantas, su peso, y su forma libre de escribir con sus pies lo que esta sintiendo hacen que junto a los compases de soleá de Jerónimo Maya, de Carlos y Juan Jiménez. El público rompe en aplausos.
Después, silencio. Algo delicado acontece, Rafael Jiménez Chispa y Belén López mano a mano.
El zapateado de la bailaora dibuja sobre la percusión de El Chispa. Juego percusivo de ambos, se siente el disfrute del que se apoya en su compañero para contar más cosas, aunque no sea fácil, Belén y Rafael cuentan su hazaña como si lo fuera. Dos corazones latiendo, él con sus manos, ella con sus pies y con su cuerpo.
Belén le baila a Cádiz con blanca bata de cola, un baile reposado para las letras; pero en cuanto que puede aborda lo temperamental, esa bravura que marca todo el espectáculo de la bailaora. Su bata se posa o se lanza o se recoge, y bordea con sus brazos su cuerpo, las letras camaroneras.
«… río Guadalquivir, donde se fueron los moros… «.
«¡Viva el Almíbar bueno!»; jalea Pedro Jiménez mientras Belén adorna los compases del silencio por alegrías.
Un mantón sobre una silla y el caminar de dos mujeres a su encuentro. Aplauso del público. De nuevo aparece Blanca del Rey – la bailaora cordobesa -; esta vez para deleitarnos, para seguir guiando a su ahijada y a todos los que allí estamos para recibir este generoso regalo.
«… El arte es… sentir como ese cantaor esta cantando un poema que agita el corazón…»; recita Blanca del Rey en el centro de la escena mientras Belén López, ahí presente, recoge su magia.
«… Ábreme la puerta que vengo herido de muerte…». Canta Morenito de Íllora por taranto, y la maestra improvisa a mantón abierto.
Una vez más expone cómo su relación con el mantón de Manila es mucho más que su gran éxito por soleá. Un diálogo basado en la escucha del vuelo de la seda por el escenario. La maestra de maestros, la musa de grandes artistas, la gran dama flamenca que aún sigue impulsando y abrazando el esfuerzo, las ganas, el talento de los jóvenes en uno de los templos del Flamenco, el tablao madrileño El Corral de la Morería. Generosa se ofrece e impulsa los sueños de creadores que persiguen ofrecer una oportunidad única e irrepetible. Ella bendice a aquel que para su vida y siente, el que elige ser espectador de un arte tan sensible como efímero, el Flamenco.
Con el aplauso, despide el público la entrega de la maestra y el comienzo del baile por taranto. Este estilo es para Belén López el protagonista de la noche, el talismán de tantos éxitos, entre ellos el Premio al desplante 2016 en el prestigioso Concurso del Cante de las Minas de La Unión.
Begoña Castro para Flama
Blanca del Rey sobre Belén López:
«Es el magma de un volcán, la creatividad, la fuerza, la entrega, la belleza, es muy muy especial, no se pierdan un segundo de ella, la veo bailar y me lleva a su mundo, ella se transporta a otro lugar, es una gran estrella, más conocida fuera de nuestras esferas que aquí. Porque aquí aún tenemos mucho que aprender sobre valorar el Flamenco. La cultura de un país es la grandeza que tengan sus dioses decia Maria Zambrano y Lorca, que el Duende y el Arte están metidos siempre en el cante y en el baile. Dos maneras de ver el arte y dos maneras de ver a Belén López con esos dioses que siempre le acompañan».