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‘Bailahora’, María del Mar Moreno cristaliza en la clausura del Festival de Jerez 2023

12 marzo, 2023

«No hay ni futuro ni pasado, vivimos un presente cristalizado». Con la venia, me voy a permitir comenzar con una máxima creada por el que suscribe estas líneas… porque es con la que mayor acierto y brevedad puedo expresar lo que pude disfrutar anoche en la Gala de Clausura del Festival de Jerez 2023, bajo el título Bailahora, la tradición hecha vanguardia de la bailaora jerezana María del Mar Moreno. Y esa fue la palabra que utilizó mi compañero y amigo Fermín Lobatón (crítico de flamenco del diario El País) – sentado a mi lado -: «esto es una gala». Por lo extraordinario y elegante del espectáculo al que estábamos asistiendo. María del Mar ha creado una obra culmen en su carrera. Como la misma bailaora expresa: «Y todo para llegar aquí y ahora… Para entregarme sin reservas al momento». Desde luego, la inspiración la ha pillado bailando.

Precisamente, momentos antes de entrar al patio de butacas, charlando con una productora francesa en el hall del Teatro Villamarta, dialogábamos sobre la danza flamenca y su vanguardia. Y al despedirnos, antes de entrar al espectáculo, me dio a entender que íbamos a presenciar baile tradicional… pero al salir dos horas más tarde, pensé que todos asistimos a los espectáculos a observar, realmente desde nuestros prejuicios y preconceptos en busca de algo único, auténtico. Y siempre hay ese ‘riesgo’ en la expectativa y que se ajuste a la imagen que uno tiene en mente. Pero el arte está para eso, para sorprendernos, para llevarnos un poco más allá. Y eso es lo que pasó anoche en el espectáculo de María del Mar Moreno.

La artista siente por los cuatro costados: «El flamenco lleva a olvidarse de uno mismo (…). Nos abrimos a la improvisación, a la creación conjunta de cada momento único, a la imperfección perfecta del presente». Y así fue el mano a mano que sostuvo durante más de hora y media (se pasaron volando) con el bailaor (que no bailarín) sevillano Andrés Marín. Cuando los vi, me dio la sensación que habían tardado demasiado en crear esta obra monumental y magistral para alumbrar el ‘diálogo’ (que no la fusión) entre tradición y vanguardia. Pero claro, vanguardia con un cancerbero de lo más jondo en la danza flamenca. Y tradición, con un baluarte del baile actual de Jerez. Y es que entre Sevilla y Jerez parece que está el ange, como se dice por esta tierra. Llegar a la vanguardia a través de la autenticidad parece ser el reto.

A todo eso no se puede llegar sin el también magistral acompañamiento del cante de Antonio de la Malena, que recuerda a esos metales ya desaparecidos, o de los que quedan pocos. Tiene ese eco y esa gitanería que van intrínsecamente ligados a la sangre. Y todavía tiene más valor que sea un cantaor que se prodiga relativamente poco. Hay que estar atentos a sus incursiones en los grandes escenarios, y en consonancia con la sutileza y elegancia de La Moreno, da lugar a momentos de verdadera gloria. David Lagos, rebuscándose, no se quedaba atrás, siendo una de las voces que han llegado para quedarse. Con una serie de melismas y giros que hicieron que el espectáculo subiera a las alturas; sobre todo en la caña. La sensibilidad de las dos guitarras es algo asombroso también, Santiago Moreno y Alfredo Lagos, lo que hizo que se pasaran las dos horas de volao.

Me emocioné con el cante cuando Malena se metió por tientos… me recordaron a Diego Rubichi (DEP), ¡qué cosa más bonita! Además, aunque había mucha tradición, todo tuvo un punto de recreación, de interpretación muy personalizada. Como las mismas alegrías… con soníos jerezanos.

Andrés Marín estuvo pa comérselo. Soberbio. Y es que tanto María como Andrés están en su momento… y parece que han confluido en la desembocadura de Jerez; y en su clausura, para disfrute de los que pudimos presenciarlo. Porque aunque faltaron las cursillistas, que suelen llenar el teatro, el coliseo jerezano estaba repleto.

Soleá por bulerías que nos trasladaron a otro espacio. La tradición es compleja porque hay muchos referentes… y el camino para seguirla es comprometido. Cuando el campo es abierto, o incierto, parece que todo vale, y el silencio es cómplice… o no. Y se hace eterno al espectador, que desconoce los códigos. Anoche, después de dos horas, pudimos disfrutar del fin de fiesta de ¡Andrés Marín con La Moreno! Pa quitarse el sombrero, señores. ¡Desde la vanguardia más auténtica!

Isidoro Cascajo de la Barrera-Caro

 

 

 

 

 

 

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