La noche del pasado martes 24 la Bienal de Sevilla nos ofreció un tandem de lujo, una figura más que consagrada: Rafael Riqueni, y otra emergente, aunque camino ya de formar parte del cielo de las estrellas del baile flamenco: Paula Comitre. Dos artistas sevillanos que dicen mucho del nivel que esta ciudad ha dado, y sigue dando, en cuando al arte flamenco. Rafael Riqueni actúo en el preciosista y evocador del Patio de la Montería del Real Alcázar, donde vino a presentar su último disco, ‘Nerja’, aunque en la primera parte del concierto dio rienda suelta a su gusto por la melodía y su dominio de la armonía con un recorrido, que él mismo calificó como “más flamenco”. Comenzó tocando por granaínas (Triste Luna), siguió por soleá (Soleá de los Llanos) y soleá por bulerías (Herencia). Al término de ese último palo se dirigió al público con una expresión que le salió del alma: «¡Que noche más bonita!». Y le dio las gracias a la Bienal y a todos los asistentes, para terminar reconociendo la valía del guitarrista que le había precedido: Alejandro Hurtado, de quien dijo que era un auténtico representante del nivel que tiene la guitarra flamenca entre las nuevas generaciones. Alejandro nos brindó una suerte de prólogo con una seguiriya y unas alegrías composición propia que dieron buena cuenta de su toque, tan limpio como certero y contundente, en contraste con la delicadeza de la Rondeña de Ramón Montoya y el colorido y la alegría de ‘Gitanería Arabesca’ de El Niño Ricardo, que hizo las delicias del público, a pesar de que a esas alturas no veía el momento de que saliera a escena el genio de la guitarra sevillana, que nos volvió a regalar momentos mágicos y memorables con su sonanta, sobre todo cuando tocó algunos temas de ‘Parque de María Luisa’ y cuando, junto a la chelista Gretchen Talbot, impregnó el aire de notas dulces y fugaces que se quedaron flotando en nuestra memoria. Y es que, aunque las facultades del maestro acusen el paso del tiempo y todas las penalidades que le ha tocado vivir, su música sigue teniendo la capacidad de evocarnos toda una gama de emociones. Por su parte, Paula Comitre colmó de imágenes sugerentes las tablas del Teatro Central con su espectáculo ‘Après vous, madame’, que gira en torno a la figura de Antonia Mercé, La Argentina, una bailarina de principios del siglo XX que triunfó en el universo del cabaret y fue reconocida como la primera bailarina en dotar de vanguardismo a su baile. Antonia Mercé era española pero sus padres, que también eran artistas, la concibieron durante una larga gira por Latinoamérica y nació en Argentina, de ahí su nombre artístico. Nació en 1890 y se formó primero en el ballet clásico. No en vano su padre era profesor de esa disciplina. Pero a la muerte de su progenitor dejó el ballet por el cabaret, donde triunfó a pesar de no tener el aspecto de las mujeres que triunfaban en esos ambientes. Ella era delgada y estilizada, nada que ver con los cuerpos generosos en curvas de sus compañeras, pero tenía un arma secreta: sus castañuelas, que tocaba con un virtuosismo inigualable. Paula Comitre también es de cuerpo menudo y grácil y, al igual que La Argentina, siente la necesidad de dialogar con otras disciplinas dancísticas, como la danza contemporánea, que en este nuevo espectáculo define la primera escena. Pero no solo la danza también en cuanto a la dramaturgia y el espacio escénico Comitre se decanta por una puesta en escena plenamente contemporánea, donde la escenografía se conforma con una larga tela roja inflable que nos sugiere la imagen de una bata de cola. El vestuario es del mismo material y color rojo intenso, y a lo largo de la obra, según se lo recoge o suelta la bailaora, simula un traje de faralaes, una falda de ensayo o incluso batín de cola. Ese vestido es una de las referencias a la figura de La Argentina, que fue una de las primeras en incorporar trajes lujosos y vanguardistas a sus números de danza. También hay una referencia muy clara en la elección del piano de como único acompañante instrumental en escena. Interpretado con maestría por Orlando Bass, el piano va dibujando un espacio sonoro que va de la música contemporánea al folclorismo de La Danza Gitana de Ernesto Halffter y la farruca que canta la bailaora/bailarina en el número final. Pero fuera de esas claras referencias y a pesar de que este espectáculo parte de un arduo trabajo de investigación, que comenzó con una beca concedida a Comitre en París gracias a la que pudo estudiar la documentación que guarda la Cité de las Arts sobre la vida y obra de la legendaria bailarina, con esta obra, Paula Comitre, más que llevar a escena toda esa información, se centra en resaltar el espíritu de libertad y la inquietud creativa de La Argentina. Para ello perfila una coreografía que va de la danza contemporánea al folclore, pasando por el clásico español y el flamenco, que en algunas escenas se apodera de su taconeo, limpio y sonoro y determina un braceo en algunos momentos vertiginosos y, en otros, parsimonioso, acompañados por un meneo de caderas y una sonrisa que deja entrever la sensualidad desinhibida del universo del cabaret. Se trata, sin duda, de un espectáculo exquisito, delicado, evocador y […]