Es el XI año que se celebra el Concurso Internacional La Saeta de Oro. Un año más cuando, en los preliminares de la Semana Santa, ponemos el foco en el cantar. Qué decir después de volver cada año. ¿Influye el ambiente político y social en algo tan ancestral y asentado como la expresión del sentimiento a través de la saeta? Yo diría que es lo único a lo que nos podemos agarrar, entre tantos vaivenes. Que haya un lugar así donde cobijarse, donde la alteración mundana se deja a un lado y nos podemos ajustar al momento presente sin controversias, donde no seamos nosotros los que tengamos que estar detrás del mundo, de las noticias, y puede ser el exterior quien viene a nosotros. Aquí viene a regularse uno mismo a través de la devoción y la búsqueda de cada participante. Además, gracias a este concurso hemos ido viendo a los principales saeteros, sin movernos de la silla como quien dice. Si normalmente el público va detrás del artista, aquí el artista va detrás del premio y reconocimiento. Y nosotros podemos quedarnos sentaditos y ver el partido desde las gradas. El primer participante, Antonio Miguel González, mueve al aire con suavidad, sin salirse de una línea recta, meciendo el cante sin alardes de virtuosismo, con una tesitura medida. A continuación, Joaquín Muñoz muestra el alarde de la saeta, con giros melódicos arriesgados y un uso más amplio de la melodía. Cada participante va asentando el momento presente con mayor severidad. Jose Antonio Cuevas, a quien se le entendió con claridad en cada palabra, predicó con mensajes concisos y una voz limpia pero sentida. ¿Quién te puso soleá? … Cada vez que yo te miro, tengo que llorar. Cristian Delgado buscó las limitaciones en su intensidad, para a escuchar los silencios, sopesó en la balanza cada palabra y realizó una intervención breve pero creando diferentes momentos, con cambios imprevisibles y originales. Miguel Ángel Lara continúa, ya asiduo del concurso, con una longeva y amplia voz, conociendo bien el oficio. El año pasado se llevó el segundo premio, ¿qué pasará en este? El resto de la noche se hunde entre sueños antiguos, mezclados con los nuevos, de grandes pasiones y efímeros deseos. Terminaron la noche Miguel Martos Bueno y Araceli González Sánchez. Como única mujer en esta primera semifinal, su voz resaltó por poderosa, con una dirección amplia que acaparó la sala. La segunda ronda se pareció a la segunda temporada de una serie. Ya establecido el orden y el relevo que le continúa a cada participante, nos sumergimos de nuevo en un amplio lago de voces profundas. Nos dejamos llevar por la noche y esperaremos el resultado que se anunciará después de otras dos noches de semifinales. Este año la ronda de semifinales se tuvo que ampliar a tres debido al mayor número de concursantes que años anteriores. Seguimos creciendo en número y devoción. Pablo Giménez para Flama