El Festival Flamenco de Nîmes 2025 se acerca a su final, lo que será el inicio de la temporada flamenca internacional, ya que son los más ‘madrugadores’ cada año desde que en enero de 1991 arrancara como Concurso de Guitarra Flamenca, «porque no había conocimiento de cante flamenco»; como nos comenta el creador del Festival, el cantaor Pepe Linares (que nació en otra localidad jiennense, Baeza). Ese concurso lo ganó el guitarrista José Luis Montón, y los artistas invitados fueron, nada más y nada menos, que el dúo trianero Lole y Manuel, casi ná. Y, por obligación, debemos seguir las palabras del señor Linares, que nos comenta orgulloso que los artistas invitados a la segunda edición del Concurso, que ya se incluyó el cante, fueron Camarón y Tomatito. Fiel espejo de la programación de Nîmes, siempre en la vanguardia más genuina. 33 ediciones después la vanguardia continúa planeando por «Nîmes, capital europea del flamenco», como tituló el compañero y periodista José María Velázquez-Gaztelu su conferencia en homenaje a la importancia de esta ciudad del sur de Francia en la historia internacional del arte jondo. Desde nuestra llegada al Festival, hemos podido disfrutar y deleitarnos con esa fusión para todos los gustos, la vanguardia de ‘Matarife – Paraíso’, representada el día 15 en el Teatro de Nîmes, obra del bailaor sevillano Andrés Marín, en conjunción con la bailaora Ana Morales. Un baile exuberante que muestra una visión muy peculiar y auténtica del flamenco de Andrés Marín, que no se corta en acompañarse al cante. Aquí la crónica de una obra que se mece entre la vanguardia y la tradición. Al día siguiente, pudimos ver de nuevo un teatro con capacidad para 800 personas lleno hasta la bandera. La noche anterior con Andrés y Ana era más normal, ya que la danza siempre es más atractiva, pero en la noche de ayer, el guitarrista jerezano Antonio Rey abarrotó el foro nimeño, algo que es más inusual con la guitarra de concierto, y muestra de la gran afición y fidelidad del público francés para con el flamenco. Se notó entre el público la afición de la comunidad gitana de Marsella, que se acerca para ver la programación más tradicional, y que no pararon de jalear al jerezano durante toda la noche. Antonio estuvo acompañado por la segunda guitarra de Manuel Heredia, a quien tuvo la grandeza de dar protagonismo a lo largo de toda la noche, así como la también genial percusión de Ané Carrasco. Lo que sí se percibe como diferencia entre las propuestas vanguardistas de las más tradicionales, es que el público acoge estas últimas con mayor entusiasmo, y participa mucho más, al ‘reconocerse’ más en la ortodoxia, y participa con ella. Las propuestas heterodoxas son una visión más personal y cautivadora, que más que participar, hacen pensar al espectador. De ahí la grandeza de nuestra música más internacional y su versatilidad. Debido a la expresividad del público procedente de Marsella, Antonio también se vino arriba con alguna broma, como cuando le mencionaron su Grammy Latino, a lo que respondió en broma que «he cogido más que un grammy, unos kilos», entre las risas del público, mientras se pellizcaba la barriga, escondida detrás de la sonanta. A lo largo del espectáculo sonaron soleares, alegrías, tangos, bulerías… para despedirse con un bis – que el público pidió en pie – en homenaje a Paco de Lucía (DEP), escogiendo la rumba ‘Spain’, una fusión jazz del guitarrista, también desaparecido, Chick Corea. Ana Pérez, la perla negra del flamenco Esta bailaora nacida y criada en la ciudad de Marsella, es fiel reflejo del crisol de culturas de su ciudad; pero no solo esa influencia, sino también hija de una flamenca de Valladolid, María Pérez, y de un coreógrafo contemporáneo, Patrick Servius; por lo que su danza no deja a nadie indiferente. Igualmente, es muy gratificante ver cómo los y las artistas francesas van entrando en la programación de las grandes citas flamencas internacionales. Ana trajo ayer tarde al Odéon su obra ‘Concerto en 37 ½’, una obra onírica y envolvente que, junto al guitarrista José Sánchez y el músico de electrónica Matthieu Pernaud, conformó un triángulo sincronizado. Además de bailar, Ana nos introdujo en un mundo de silencios y un zapateado pulcro y limpio, virtuoso, que fue una verdadera maratón, ya que creaba verdaderas melodías con sus pies, junto a la ‘percusión electrónica’ y un toque muy sutil flamenco, donde sonaron, casi imperceptiblemente, ritmos por bulerías, soleá o siguiriyas, entre otros. Un espectáculo de mucha fuerza y energía, hasta el cansancio, al ritmo de la máquina. Aunque la guitarra fue muy bien ejecutada y le daba ese punto flamenco, unido a su sensualidad y delicadeza, en algún momento se echó de menos algún quejío del cante. Ya que la única tregua que da el baile de entrega y de lucha por buscar sonidos imposibles eran los silencios, los cuales también estuvieron muy bien ‘construidos’. **Vídeo de ‘Historias de una guitarra’, de Antonio Rey, en el Festival de la Guitarra de Córdoba 2024.