
Un estreno absoluto de la Compañía de María del Mar Moreno. En Jeré…
Una vez más nos encontramos con una compañía de baile y dos tópicos a resolver: el Teatro en el Teatro y… La Carmen de Bizet. No sé si es por los 150 años que cumplió la ópera, si fue un leit motiv para el Festival de Flamenco de Jerez o si se trata de un río que corre paralelo a las vidas de todas las intérpretes, pero ahí estaba la tabacalera, joven como nacida ayer, fuerte, poderosa, llamativa. ¿Será que la Carmen está presente en la silueta y la mantilla de todas las flamencas? ¿de todas las artistas? ¿de las mujeres que luchan? ¿del alma española (a pesar de haber nacido de unas mentes francesas)? (Tampoco me imagino a Virginia Wolf o alguna anglófona si digo “Carmen”, ¿no les ocurre que suena a nombre hispano por antonomasia? Como Lola o como Rocío. Unir sacro y profano, sueños, esperanzas y miedos en un solo crisol y una sola liturgia no es tarea fácil. Y encima de todo producir y dirigir por parte de María del Mar Moreno a tremendas bailaoras y músicos y luego bailar flamenco – y de de raíz- ante un público conocedor, por decir lo menos. El Festival de Jerez reúne aficionados y profesionales “urbi et orbi” y llega a ser un punto de peregrinaje casi obligado en la vida de quienes aman (o sucumben) el flamenco, sobre todo por la importancia y cobertura que en él tiene el baile flamenco. Así que jugar de local puede suponer más un reto que una ventaja. Pero para eso Jerez tiene a su ‘Moreno’ de Jerez, que valiente y poderosa organiza los cuadros de manera que sugieran el pasado del que se viene (Cafés Cantantes, por ejemplo) o lo íntimo y muy personal y concreto del diálogo constante entre el artista y su entorno (las máscaras que le gritan de todo menos OLE!). Finalmente, María del Mar aligera el lenguaje en las escenas de grupo y lo hace lúdico a la vez, que unifica el lenguaje del flamenco con el de la Ópera en la escena de la ‘Taberna de Lilas Pastia’ y es el personaje de la cigarrera Carmen, la que Moreno elige para que desde la platea y el público se acerque a la escena y “despierte” a los artistas a cantar y bailar, por Cadiz y por cantes de ida y vuelta y por supuesto por bulerías y por todo lo que de festero puede haber en un instante. Una vuelta de capote: Una torera que dirige a una cuadrilla de artistas, cada cual con más talento y cada cual con su propia fuerza!! Al inicio del espectáculo se divisan siluetas difuminadas por un tul. Suena el timbre del llamado a escena, pero no es el del teatro, si no el de la obra misma. Al levantarse el telón de tul aparece el elenco de bailaoras, cantaores y músicos. Gran parte de la magia de este trabajo recae en estos últimos que crean escenas y atmósferas. Se ven reflejados en máscaras los fantasmas del miedo de las artistas: a la soledad, al rechazo, al fracaso, a la incomprensión. Luego, como en un collage van apareciendo las distintas bailaoras con sus propuestas, alguna canta con flamencura, otra deja entrever su ironía, su humor, su gracia gaditana. El cuadro de Rosario Toledo, que pende de una percha de madera y se mueve por el escenario entrando y saliendo del “encuadre” que da el perchero metálico, y encima con bata de cola me pareció delirante y genial!!! Luego Pastora Galván abriendo el recuerdo con sus pasos heredados de Triana para luego desnudarse de lo folclórico y encarar al público con una verdad escénica que desafía de frente, que se vuelve fiera. Y luego de entre el público la mezzo soprano cantando La Habanera de Carmen para dar paso a la escena que recuerda a los cafés cantantes. Una sucesión de imágenes y sonidos en que el cante nos sitúa en cada pathos de las mujeres artistas que conforman esta compañía en que lo individual y lo colectivo se unen para decir lo mismo… y cuanto más se divertían ellas y nosotros, el nuevo llamado a escena: “ Ya está, a escena ya, que hay que trabajar”; nos despierta a todos y nos deja con esa sensación de lo bonito que es poder ver artistas que aman lo suyo. Y le dan Gloria. Paola Segura para Flama Fotos: Esteban Abión