Fake News vs Autencidad

Las llamadas Fake News campan a sus anchas por la red. Parece un fenómeno del siglo XXI alejado del universo flamenco; pero si en vez del anglicismo mencionamos ‘bulo’, no tardaremos en comprobar que están presentes en el flamenco ya desde el origen de la palabra que lo define.
La palabra flamenco ha tenido diversas interpretaciones, todas ellas sin ningún sustento etimológico. En ese sentido, el bulo más evidente es el de Blas Infante, que busca el origen en la palabra árabe Felah-Mengus (campesino). Por no hablar de las teorías que vinculan el término con los soldados de Flandes, cuya presencia en nuestro país data de una época (siglo XVI) en la que el flamenco todavía no había nacido.
Esto enlaza con otro bulo fundamental: la creencia de que es un arte ancestral que conecta, poco menos que, como escribió Lorca, con el Imperio Romano. Pero lo cierto es que no existe ningún registro fidedigno de la existencia de la criatura hasta mediados del siglo XIX, cuando Estébanez Calderón escribe sobre una fiesta que tenía lugar en Triana y allí, según describe, se cantaban cañas, polos tobados y romances “a manera de función”.
Por tanto, el flamenco que conocemos hoy en día deriva de una práctica profesional, ya que esa función se ofrecía en una taberna trianera para atraer a los señoritos y a los viajeros románicos.
Por fortuna, aunque no del todo, estos dos bulos están más o menos superados, pero existen otros, como la división de los cantes en jondos o folclóricos, o la pertenencia exclusiva del flamenco al pueblo gitano, que todavía flotan en el ambiente. Y, por desgracia, ahora hay que añadir también los que afectan directamente a los artistas, periodistas u otros actores del entorno.
Es curioso, que, a veces, las Noticias Falsas – Fake News – son más verosímiles que la propia verdad, incluso se les suele dar más valor, ya que, al estar ‘fabricadas’ por la mente humana, todo ‘cobra sentido’; mientras que la realidad, simplemente, acontece sin ‘criterio’. Estamos viviendo un momento de digitalización que acelera el retroceso de la Verdad; o lo que se lleva hablando ya demasiado tiempo, la posverdad, ese mensaje emocional – suele ser de odio, para manipular – que evita la razón, y se instala en la sociedad – a veces con intereses oscuros. Si ‘creemos’ lo primero que escuchamos, sin contrastarlo, hará que vivamos una sociedad en decadencia, una Infocracia (deformaciones que las redes sociales generan en la vida de una democracia; Byung-Chul Han).
Lola Pantoja e Isidoro Cascajo